martes, 22 de abril de 2008

Lo que el ojo no ve | Adiós Maradona

Estos días habréis leído que hay un personaje que ha dejado su trabajo. Es Joan Sabaté, el Maradona de La Rambla, un personaje especial con una historia bonita, preciosa, diría yo. Se retiró el pasado 16 de abril en su espacio mítico: delante de la Fuente de Canaletas. Allí asistieron muchos medios de comunicación, y entre todos tejieron la historia de este mito. Es por eso que habréis leído todos lo mismo, sea el periódico que sea.
Yo en cambio, tuve la “suerte” de hacerle de chofer. Me explico. El viernes pasado, mi jefe le hizo una entrevista y, como no tiene transporte, tuve que llevarle yo a la radio. Durante el trayecto hablamos mucho y me contó absolutamente todos los detalles de su vida. Algunos los omitiré, pero la historia estará entera. Os cuento.


Este señor nació hace poco más de 65 años en Sant Feliu de Llobregat. De pequeño, como todos en esa época, no pudo estudiar. Es por eso que me pide si podemos hablar en castellano porque se expresa mejor. No hay problema, obviamente.

Me cuenta que cuando era jovencito jugaba a fútbol de maravilla. Era extremo derecho, del estilo ‘pibito’, con mucha técnica y velocidad. Se le daba tan bien que podría haber sido una estrella, de hecho, fue profesional en el Ibiza cuando la tercera división española tenía solera. Pero se perdió. Se encontraba muy solo en la isla y decidió dejar el equipo para probar suerte en Barcelona. Hizo alguna prueba en el Barça y el Espanyol, pero no fructificaron.

Para vivir, tuvo que ponerse a trabajar. Lo hizo en el sector metalúrgico, en una empresa donde le contrataron con el favor que jugara en su equipo de fútbol durante un tiempo. No hubo problema para él. Vivía relativamente bien. No le gustaba lo que hacía pero podía subsistir.

Entonces se enamoró. María le robó el corazón. Pero la cosa no podía ir tan bien. A Joan le echaron del trabajo y, como había dedicado su infancia al fútbol, no sabía hacer absolutamente nada. Se hundió. No sabía que tenía que hacer. Salía por la noche, bebía… en definitiva, se dejó. Entonces es cuando apareció la mala uva de su mujer. Le metió una bronca espectacular y, después, le abandonó. Se marchó de casa dejándole tan sólo 15.000 pesetas.

Se quedó completamente solo y en su cabeza retumbaban las palabras de su mujer diciéndole: “Joan, no sirves para nada, tenías una carrera de futbolista que tiraste por la borda, no eres nadie…”. Y se puso a pensar. Llegó a la conclusión que tenía que hacer algo para que María se sintiera orgullosa de él. Pensó, y vio que lo único que alguna vez supo hacer era jugar al fútbol. Hacía exactamente 17 años que no le daba un puntapié al balón. Y se puso a practicar.
En primer lugar pensó en hacer el récord de toques. Pero eso estaba muy visto. Así que decidió rizar el rizo y probar con lo de dar toques sentado.

Se pasó día y noche dándole al balón. Se iba a La Rambla a ganarse el dinero necesario para mal vivir. Hasta que se vio capaz. El pobre llamó a la prensa y nadie le hizo caso. Su historia no era creíble. Así que optó por llamar a la puerta del ayuntamiento de Sant Feliu, que le dejó el pabellón municipal para probar de batir el récord. Obviamente, con tesón, lo logró. A partir de ahí le salieron varios bolos por distintas partes de España y del mundo.

A todo esto, un día quedó con María para tomar un aperitivo. La mujer accedió. Bajaron al bar de cerca de casa. Y allí se le acercó el camarero y le dijo a Joan: “perdone, me podría firmar un autógrafo para mi hijo, que es un fan suyo?”. Curiosidades de la vida, la cosa no estaba ni mucho menos preparada.
Entonces María, sorprendida, le preguntó qué estaba pasando. Joan, entre chulito y orgulloso, le mostró los periódicos donde había salido por su récord y los contratos que tenía firmados para hacer espectáculos. María se quedó helada. Tanto, que no tuvo otra opción que caer rendida ante los pies de un hombre que, de la nada, había conseguido un reconocimiento a su fuerza, a su espíritu, a sus ganas de sentirse querido. Joan recuperó a María, como no. Bonito. ¿No?

Después viene la historia que todos conocemos. La del Maradona de la Rambla. Ese señor que daba toques a un balón sin parar vestido con la camiseta del Barça o de la selección catalana. Ese personaje que fue detenido por jugar al fútbol en la Rambla cuando existía una ley que lo prohibía. Ese futbolista que tras ser liberado recibió el apoyo de 10.000 firmas para que pudiera ocupar ese rinconcito de delante la Fuente de Canaletas. Ese hombre a un balón pegado. Por cierto, que el balón tiene nombre. Como no, se lama María.

El 16 de abril de 2008 diste tus últimos 20 toques, uno por cada año que has regalado tu fútbol. ¡Gracias y hasta siempre Maradona!

3 comentarios:

Akua dijo...

Soy la novia de Carlos Lopez de Apuestamanía. Has sido premiado por tu blog. Lee esto.
Entra en mi blog http://masalladelordinario.blogspot.com y vete a premios.
Enhorabuena!

Begoña, por animales y mascotas.
David, por Vivir para contarlo.
Morelys, por Pilonga.
Oriol, por Gilicorner.
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Mónica, por Los silencios que me tocan.
Anyi, por Se descalzan los días.
Kit, por La Hora Bruja.
Raúl, por Narrador.
Fernando, Periodismo Global.
Alicia, por Un rincón tranquilo.

Anónimo dijo...

Uri, un article de lujo! Magrada molt com lhas enfocat i la historieta d'aquest fenómeno.

Bruno

Rodrigo G. Fáez dijo...

Hay personajes que nunca deberían de dejar las calles.

Las Ramblas no serán lo mismo sin él.