La voz del socio | De estómagos, vísceras y demás

Corren tiempos difíciles para la sangre caliente. Los aficionados más explosivos, los seguidores más apasionados, están sufriendo. No quieren asumir lo que están empezando a entender. Se sienten traicionados por aquéllos en los que han depositado ilusiones y sueños. Porque, tirando de tópico, el fútbol es más que un deporte. Para muchos de esos aficionados, es una parte importante de su vida. De sus pensamientos, de sus conversaciones, de su ánimo cotidiano.

Son gente que espera el domingo con ganas, que incluso lo echa de menos. Que discute con amigos y enemigos, que expresa sus sentimientos de una forma que no hace en ningún otro ámbito de su vida. Que vibra, sueña y se emociona por su equipo.

Gente que un día se despierta y ve a Deco jugando la Eurocopa de su vida tras dos años desaparecido. Se encuentra a Eto’o buscando con descaro una amarilla para borrarse de un previsiblemente humillante partido contra el Madrid. Descubre a un presidente pendiente de política y negocios, pero no de presidir. Se entera de que Ronaldinho ha pasado de ser el mejor jugador del mundo a un despojo esclavo de la noche. Le dicen que desde hace ya años la plantilla se pasa más tiempo cambiándose en el vestuario que en el propio entrenamiento. Lee cuánto paga el Barça por los fichajes y cuánto cobra por las ventas. Le hablan incluso de falta de ganas en el equipo...

Y es entonces cuando aparece la sangre caliente. Y las reacciones de estómago y de vísceras. Y los pañuelos se sacan a pasear, los emails se recrudecen despotricando de todo y de todos, y aparecen las mociones de censura o los artículos más agresivos en el Gilicorner.

Sí, la gente de sangre caliente, estómago y vísceras se siente traicionada. Y, a la larga, el desencanto le lleva a la indiferencia. El Barça ya no resulta interesante, o, en su versión más purista, se muestra interesada por el fútbol en general, descubriendo los placeres de un Chequia-Turquía viviéndolos como propios. Pero no, ésa no es la manera. Porque las ilusiones, los sueños, las emociones, son de cada uno. Y nadie puede ni debe hacerlas desaparecer. Ni Deco ni Eto’o. Ni Laporta ni Ronaldinho. Ni Txiki ni Rijkaard. Porque la sangre caliente, como el estómago y las vísceras, son nuestras. Sigamos, pues, soñando e ilusionándonos pese al desencanto, porque es parte de nuestra vida, y porque así lo sentimos.

Guillermo Font