miércoles, 5 de noviembre de 2008

La Tribunona | Espíritu Scouser


Lunes, 12:04 a.m. hora local. El aeropuerto John Lennon recibe al extranjero con un control de pasaportes. La espera es tensa, sobre todo después de haber sobrevolado el río Mersey en el aterrizaje. Uno empieza a pensar en los Beatles, en el frío, en la lluvia, en la tristeza del norte de Inglaterra y en el ambiente de fútbol. El hilo musical ayuda a integrarse con canciones de Oasis, que acaba de sacar un disco que trasforma las melodías en auténticos himnos en los estadios británicos. Diez minutos en la cola y parece que los operarios de aduanas dan el visto bueno para entrar, de forma legal, en lo que los ingleses llaman The City of Liverpool.

La conversación con el taxista es tranquila, su nombre era Kenny. Si hasta los taxistas tienen nombre de fútbol. Por un momento, cerré los ojos y me imaginaba al gran Dalglish con el brazalete de capitán marcando un gol al Newcastle y celebrandolo con su gente mirando hacia The Kop. Pero Kenny, el taxista, era del Everton, el otro equipo de la ciudad. Durante un buen rato quiso convencerme de que los blues son los auténticos dominadores de la ciudad, pero fue imposible hacerme entrar en razón. Soy muy terco para ciertas cosas y para mi Goodison Park no es Anfield, lo siento por Kenny. Tras cinco minutos en coche, uno llega ya al centro de Liverpool. Es una ciudad de unos 600.000 habitantes, bien repartidos a ambos lados de la rivera del Mersey, que es el río que divide a la ciudad. Sus calles tienen historia y vida, más que en ninguna otra ciudad inglesa, aunque la Capitalidad de la Cultura Europea ha ayudado mucho a que se respire un aire de modernidad tan cosmopolita como necesario. Pero Liverpool es fútbol.

Tras los rutinarios paseos por Matthew Street, con la obligada parada en The Cavern, me fui hasta Anfield. Quedaba una hora para el entrenamiento del Atlético de Madrid, que al día siguiente jugaba allí contra los de Benítez. Javier Aguirre comparecía ante los medios de comunicación venidos desde España, mientras yo me sentaba en The Kop. El estadio estaba vacío, sosegado, silencioso, reflexivo, pensando en que, todavía, los locales no se juegan una semifinal o una final de la Champions. Sin embargo, desde fuera del estadio llegaban los primeros cánticos de los scousers a poco más de 24 horas para el choque.

Hablando con los jugadores todos te dicen que "para jugar aquí no hay necesidad de que nadie nos motive". Tras una noche a solas con Eleanor Rigby, la mítica estatua del centro de la ciudad, uno abre los ojos y se da cuenta de que Liverpool tiene un algo especial. Eleanor y su mirada perdida hablan de hazañas, de remontadas, de casta, de orgullo y de honor. Y es que las letras de la Copa de Europa se escriben con letras de oro rojo y con unos escritores como Shankly, Dalglish, Robinson, Asworth, McQueen o Gerrard.

El partido no fue nada del otro mundo, con un Atlético al más puro estilo Aguirre y con un Liverpool FC al más puro estilo Benítez. ¿El resultado? Un partido de fuerza, garra, poco fútbol, pelotazos, coraje y mucho corazón. Y polémica, porque de todo tiene que haber en un partido de Liga de Campeones. Al final, empate a un gol con un penalty inexistente en el minuto 94 de partido y abrazos entre las dos aficiones, que es con lo que hay que quedarse. Un buen mensaje para Platini y sus prejuicios.

Por mucho que se empeñe Jorge Valdano, el día del partido y todo lo que rodea a Anfield hace que cada encuentro sea especial. Una hora antes del Liverpool FC - Atlético de Madrid empezó a caer lo que en Asturias llaman orbayu, es decir, esa lluvia fina que cala poco a poco y que, con la ayuda de la humedad costera, hace que la sensación térmica roce los 0ºC. De repente, y como si se tratara de una ola de fuego, empiezan a sonar los acordes de uno de los himnos pop por excelencia del fútbol mundial: Gerry and The Peacemakers y su You´ll Never Walk Alone. La temperatura empieza a subir hasta alcanzar un clímax que se encargan de calentar los 42.010 espectadores que llenan el estadio. La música deja de sonar justo antes del estribillo para que la tradición perpetue su fama: todos, colchoneros incluidos, cantan a capella al fútbol, a los jugadores, al Liverpool FC y a sus jugadores. Canta Anfield, canta la leyenda.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Cuanta razón tienes Rodri.

Liverpool es fútbol, tuve la suerte de estar hace 2 años en los cuartos de Champions y quedé impresionado. Pese a la derrota del Barça es uno de los días que he vivido con más intensidad el fútbol.

Liverpool no puede ser más feo pero el ambiente que se vive durante TODO el día en las plazas, bares y calles no tiene comparación. Y la afición, simplemente brutal.

A destacar el éxtasis cuando llegas a Anfiel, la mística que rodea al viejo y mítico estadio es increíble, lo primero que ves: THIS IS ANFIELD, impresiona. El no va más cuando empiezas a escuchar los incontables "You'll never walk alone" que corea TODA la grada...sólo puedes unirte a ellos y disfrutar...

Será por eso que después de esa experiencia, si tengo que escoger otro club europeo me decanto por los REDS...

YOU'LL NEVER WALK ALONE

Bruno